Donovan Mitchell y su equipo el Jazz de Utah, comparten similitudes que lo hacen el jugador ideal para la franquicia.

“No se supone que debería estar aquí…”, dijo Donovan Mitchell, estrella y cara de la franquicia del Jazz de Utah, en un artículo que escribió para el portal The Players Tribune, un sentimiento que la afición de la franquicia entiende a la perfección.

“No se supone que debería estar aquí…por eso lo aprecio mucho”, esas palabras también podrían aplicarse al Jazz, una franquicia que nació de la escandalosa y vibrante Nueva Orleans, y que se mudó a finales de los 70’s a una de las ciudades con menor población.

Debería ser raro escuchar el Jazz en la fría Utah, tal vez por ello sus aficionados lo han valorado tanto, y en la actualidad, no hay mejor maestro de orquesta para ese Jazz que “Spida” Mitchell, el joven de 23 años cuya carrera está marcada por todo lo que no debería de ser, y que sin embargo es.

Gorra NBA diseñada por Donovan Mitchell.
El guardia de 24 años colaboró con New Era en el diseño de Gorras NBA para la campaña 2019-2020.

Al igual que su equipo, Mitchell creció en una de esas ciudades que jamás descansa, o para ser más precisos, en “La ciudad que nunca duerme”. Descrito como un niño que “era demasiado”, en el basquetbol de Nueva York encontró el lugar ideal para canalizar su exceso de energía, que se pudo salir de control de no ser por su madre, a quien jamás le interesó el deporte.

Un basquetbolista con una mamá que no le importaba el basquetbol

En más de una ocasión Mitchell ha sido verbal sobre la importancia de la educación, y ha respaldado sus palabras con acciones, por ejemplo, en marzo de 2019 regaló una beca de 25 mil dólares a la hija de su maestra de cuarto grado.

El peso que Mitchell le da a la educación es fácil de entender cuando se conoce la historia y relación con su madre, Nicole Mitchell, una profesora de primaria y preescolar, para quien lo más importante era que su hijo tuviera una educación universitaria.

“…eres un pequeño niño de color, vas a necesitar papeles que te respalden, necesitarás toda herramienta que puedas adquirir para tener una vida exitosa. Necesitas una educación universitaria”, es lo que solía decirle su madre, quien ha admitido que nunca se interesó por el basquetbol, ni vio con probabilidades el sueño de la NBA. Para ella parece que sólo importaban dos cosas: su hijo y su educación (en ese orden).

Donovan Mitchell tiene una hermana menor, Jordan Mitchell.

Ella sacrificó lo poco o mucho que tenía para que Donovan tuviera la mejor educación; lo envío a una escuela privada, cuando en ocasiones no tenían para comprar ropa a Donovan y su hermana menor, o pagar la renta. Y al mismo tiempo, lo llevaba por todo el estado de Nueva York a sus partidos de basquetbol, donde ella entendía poco y nada del juego y se limitaba a apoyar a la distancia, a diferencia de varios papás quienes gritaban desenfrenadamente para que sus hijos fueran los mejores en la duela.

Eso fue lo que inspiró a Mitchell, la experiencia en una escuela privada y el sacrificio de su madre, no para que pudiera jugar basquetbol, un deporte que no entendía, sino simplemente por él.

Verla en ocasiones sufrir por las deudas y experimentar vergüenza por la diferencia del estilo de vidas entre sus compañeros del colegio y el suyo, moldearon el sueño de comprar una casa en Greenwich, Connecticut, donde vivían sus amigos, cuyos padres en más de una ocasión ayudaron a Donovan comprándole el almuerzo.

El jugador humilde

Pero si ahora vemos a Mitchell involucrado en múltiples actos y eventos de caridad, no sólo fue por ese choque cultural, sino también por un golpe de humildad.

Podemos imaginar a Mitchell, más o menos acostumbrado a una vida acomodada fuera de casa, en un colegio privado con cierta popularidad por su buen juego en las duelas de basquetbol, posponiendo tareas por jugar Xbox, entrenando menos de lo que debería y faltando a clases, cuando su madre habló con él, con ese sexto sentido que sólo se puede desarrollar con la maternidad.

“Estás actuando fuera de carácter. No eres el mismo chico humilde de antes…pero te diré algo, Dios te hará reconocer que tienes que ser aquel mismo chico”, esas fueron las exactas palabras que Mitchell rememora en su relato “The Dream” en The Players Tribune.

Una semana después, se rompió la muñeca, quedando inhabilitado para jugar basquetbol en el momento de mayor apremio, el verano, cuando reclutas de todas las universidades de Estados Unidos tienen mayor actividad para encontrar el talento del futuro.

A partir de ese momento, Donovan relata que jamás tomó un día libre; basquetbol y educación fueron sus focos de atención.

 


Ya en la Universidad de Louisville, tras un inicio poco prometedor, se cuestionó sobre su capacidad de jugar a nivel profesional.

 

Fue durante los viernes por la noche, cuando la mayoría de los chicos de su edad salían de fiesta, en los gimnasios vacíos, donde encontró el santuario para ahogar sus dudas y reafirmarse que el sueño de aquella casa en Greenwich, pasaba por el mismo lugar que el balón que lanzaba una y otra vez: a través de esa canasta de 45 centímetros de diámetro.

El juego de Donovan comenzó a mejorar, pero a pesar de sus destacadas actuaciones, no parecía haber mucha expectativa de la NBA entorno a él. El propio jugador dudaba si estaba listo para convertirse en profesional, pero estrellas como Chris Paul y Paul George, le dijeron en más de un campamento de entrenamiento, “estás listo”.

El sueño se hace realidad

Cuando se declaró elegible para la NBA, a diferencia de muchos padres de atletas, su madre sólo rezaba para que estuviera alejado de ciudades como Nueva York, Miami, Los Ángeles, quería que su niño estuviera lo más lejos posible de cualquier tentación que pudiera desviarlo de su camino.

Sus plegarias fueron escuchadas, y con la selección número 13, y tras un traspaso entre los Nuggets y el Jazz, Donovan llegó a Utah, a un joven equipo con un nuevo proyecto, en el que él no debía protagonizar durante su primer año, pero lo hizo.

Después de la salida del estrella Gordon Hayward a Boston y la lesión de Rodney Hood, el coach Quin Snyder se vio obligado a utilizar a Mitchell como titular. “Spida” respondió ganado el premio a novato del año, el concurso de volcadas y liderando a su equipo a las semifinales de la Conferencia Oeste.

 

En su segundo año como profesional, lleno de altibajos, una vez más encontró un apoyo invaluable. Al igual que aquellos años de preparatoria, su equipo y fanaticada nunca le dieron la espalda y lo siguieron respaldando como el futuro de la franquicia.

 

Ahora en su tercer año, jugadores, coaches y fanáticos lo reconocen como la cara de la Jazz por el gran juego que despliega, pero también por el liderazgo y la persona que demuestra ser fuera de las duelas.

Mira la inspiración que está detrás de las Gorras NBA que Donovan Mitchell diseñó para la campaña 2019-20


El objetivo de jugar en la NBA parece haberse cumplido, pero tal vez, el sueño de comprar una casa en el poblado de Greenwich, donde ahora su madre continúa dando clases, sea más significativo.

En una era en la que jugadores buscan contratos por encima de los 120 millones dólares, y donde la exposición a la fama y popularidad es fácil de conseguir, Mitchell se ha sentido bendecido por caer un mercado denominado “pequeño” dentro de la NBA, que no le ha mostrado otra cosa más que un cálido apoyo, y en donde ha podido construir un legado más allá de las duelas.

“Sigo sin estar impresionada por todas las cosas de basquetbol, sigo sin entender el juego y sus jugadores. Lo que realmente me hace feliz es escuchar historias de cómo Donovan ayuda a las personas…Ya sea al chico que ayudó a reparar su celular, o la persona a quien ayudó con su despensa, o al hacer que sus tenis estén a un precio accesible para que todo chico pueda tener un par. Esas historias de Donovan ayudando a las personas, sin que haga alarde de ello, o compartiéndolo en redes sociales, son las que me hacen saber que hice un buen trabajo como mamá, eso es lo que me hace sentir muy orgullosa”, relata Nicole Mitchell, en el artículo de The Players Tribune del que ella fue editora.

Los seguidores del mejor básquetbol del mundo esperan grandes cosas del Jazz, y saben que lograr o superar las expectativas depende en gran medida de Donovan Mitchell, el chico que alguna vez sintió que no pertenecía a su preparatoria, el guardia catalogado alguna vez como demasiado pequeño para su posición, la estrella que no se comporta como una estrella, el jugador que no debería de ser, pero que es. Tal vez él esté destinado a llevar un campeonato a Utah y su Jazz que no debería escucharse, pero que se escucha y con fuerza.

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